Esta es la historia de mi hermano
Daniel.
Él tenía muchas ganas de salir de la
barriga de mi mamá. Así que salió tres meses antes. Era tan chico como una
ratita y pesaba como un paquete de azúcar. Él como había nacido antes estaba en
una cunita de cristal.
Yo un día fui a verlo y era muy
chiquitito, tenía las manitas muy chiquititas como mi dedo gordo y sus pies tan
chicos como mi meñique.
Se llevó mucho tiempo en el hospital
y cuando vino a casa él no podía respirar bien así que tenía una máquina que le
ayudaba a respirar, se la tenía que llevar a todos sitios y para tocarlo había
que echarse un gel para que no se resfriara porque era muy delicado.
Poquito a poco él se recuperó y
cuando fue más grandecito yo le enseñé a gatear y a andar porque él no sabía.
También le enseñé a jugar al fútbol.
Cuando vino me alegré mucho de ver
que estaba bien. Ahora es mi mejor amigo y siempre juego con él.
Joaquín Carrizosa